Cuando un empresario decide abrir un negocio, todo son dudas, inquietudes y, sobre todo, ilusión. Una ilusión que muchas veces desaparece cuando le toca el turno de buscar financiación en entidades de crédito y sale del banco al que ha acudido para solicitar el crédito imprescindible para abrir el negocio sin respuestas favorables.
En realidad, esto no debería ser así. Cualquier relación de negociación entre bancos y emprendedores debe considerarse entre iguales. Las dos partes deben ganar en el resultado y, si esto ocurre, incluso la sociedad en general puede ganar también. Sin embargo, la desconfianza que existe casi siempre en las dos direcciones provoca que el crédito no fluya con la intensidad que debería.
Los empresarios, sobre todo cuando van a iniciar una nueva actividad, creen que el banco es el último agujero negro en el que se dilapidarán todos los ahorros o el malvado poseedor de la llave -en forma de financiación– que abra -o no- la puerta al nuevo mundo.
Fuente: eleconomista.es